domingo, 16 de junio de 2013

Mi historia más grande jamás contada

José Manuel Consuegra Albert, ese soy yo, nací un 8 de septiembre del año 1986, me retrase dos semanas viviendo la buena vida a base de buffet libres y barra libre inacabable, agradezco a mi madre que no fumara ni bebiera durante el embarazo. No sabían aún si sería chicho y chica el cual la emoción estaba mejor servida. Después de múltiples contracciones y sudores mi madre echo el resto, el niño había nacido con una barra de pan entre las piernas.
-Y que nombre le ponemos? Pregunto mi madre
-Pues no tengo ni idea pero tengo que ir al registro civil así que elige pronto

Puesto que no tenían ni puta idea decidieron juntar sus nombres y crear el mío, (originalidad ante todo)
La infancia es como un helado, la saboreas la disfrutas pero cuando pasa no recuerdas su sabor y acaba demasiado deprisa.
Siempre fui un niño feliz, cuando tu mayor preocupación es ver la televisión y comerte mientras un bocadillo de paté la vida es fantástica, vives tu vida, te limpian el culo, te hacen la comida, te arropan para dormir y no tienes preocupaciones por chicas (un gran punto a favor) no tienes que trabajar claro está, pero creo que ahora media españa en ese aspecto estamos en la niñez sin nada que hacer y esperando que llegue un hermanito que pueda salvarte y te de responsabilidad, señor Rajoy empiece a crear empleo.


De pequeño tenía bastante éxito con las niñas, un niño con el pelo rizado rubio y con ojos azules era la envidia de otros muchos que por aquel entonces muchos parecían gitanos de lo moreno que estaban.
Recordando los besos en el patio del colegio con los ojos cerrados y luego limpiandote la boca, mientras que a la niña le dejabas la comisura de los labios manchada de Bollycao o Tigretón.
Los primeros amores del colegio se hacían notar ya, creo que la vida solo me dejó la mano abierta para que pudiera estar con chicas de pequeño.

Llega la gran etapa "beata" La Comunión! si todos lo hacíamos por los regalos para que engañarnos, pero yo quería ponerme esa pajarita y ese traje de almirante que me hacia sentir M. Bison y que ciertamente nos pusimos a jugar a darnos de hostias. Puedo decir que a Dios no lo tomé, no se que parte de su cuerpo me dieron que cuanto más chupaba, más duro se ponía y decidí pegar esa galleta debajo del banco.

En esos años eres la ricura para tus padres hasta que entra la señora etapa de la edad del pavo.
Las niñas por aquel entonces parecían chicos todas con chándal y a lo ancho, no como ahora que con 13 años sabes perfectamente que la edad del pavo es la edad de la polla.
Tu te examinabas concienzudamente, te salían pelos en partes del cuerpo que todavía no le habias dado importancia, pero que ahora te apetecía jugar con ellas, amigo se acabó la inocencia.

El mostacho aparecía y te daba vergüenza que te llamaran Cantinflas, pero tu madre no te dejaba afeitarte, le daba igual que Pepico y Manuel lo hicieran, tú tenías que pasar la vergüenza con eso y con la ropa tan horrible que te compraban, por supuesto pantalones hasta los sobacos. Aun tengo rozaduras que demuestra que lo pasé bastante mal. Querías estar guapo, las chicas empezaban a interesarte, cuando antes no les hacías ni el mínimo caso.

Mientras en clase muchos experimentaban con su cuerpo, otros muchos nos poníamos a dibujar los libros y a pintarlos de pollas o ponerle gafas y bigotes a Rafael Alberti, Zorrilla y muchos más.
Un llamamiento a los señores encargados de las bibliotecas: Tenéis un duro trabajo y os admiro, quitar con típex todos los penes de los libros debe ser una tarea complicada y jodida.

Mi época en canto coral fue lo peor del mundo, que malo fue caer ahí, el único chico rodeado de tías cantando. Otra cosa igual como las clases de música obligados a tocar la flauta, ya por comodidad para su viaje como para el bolsillo, los exámenes de flauta eran un pánico pero el pánico era el que tenía tus padres cuando te tocaba practicar en casa y en los cabreos que cogías cuando no te salía. Un aplauso para la familia.

Se empezaba a frecuentar más la calle por la noche, ya no eras el niño de mamá y te pasabas muchas horas en ella, creo que es donde se aprende sin duda y te espabilas.
O espabilabas o los marañas te robaban y te pegaban, era la ley del más fuerte tenías que sobrevivir, no éramos ya ten pezqueñines.
Me estaba haciendo mayor y no quería...

Hasta aquí mi primera parte. La biblia no se cuenta solamente en un capítulo.







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